No cabe el menor resquicio para la duda: España es el
paraíso de los policías y los espías. Junto a los trincones institucionales y
la aristocracia política ocupan un lugar de privilegio en la piel de toro y sus
islas de soberanía. Al que se mueve le mandan al madero; así entienden la
técnica dialógica la señora Cifuentes y su cohorte de policías elevados a los niveles
30, 29 y 28 funcionariales sin mecanismos objetivos de promoción y selección.
Puro músculo social. A este paso España
terminará siendo una monumental Comisión
Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia,
dietas incluidas. Comisión Antiviolencia en todo, hasta lo más pacífico, festivo,
tierno y amigable. Así en 1984 y así también en 2013. Incrementalmente terminaremos teniendo un
policía en la sopa y otro en el cuarto de baño, además de los que sobrevuelan
por el disco duro del ordenador y la video vigilancia. De seguir esta tendencia,
depender del CNI será como antaño encuadrarse en los sindicatos verticales.
Habrá un inmenso ejército que seguirá vigilando la vida de nosotros.
El viejo Dacio Gil
se viene maliciando que los ciberagentes policiales hispanos ya habrán elaborado un informe a sus
superiores sobre las potencialidades terroristas del usufructuario de esta
Tribuna Alta Preferencia y sus colegas de la ATP. Seguro que en los próximos
maratones y derbies futboleros circularán dosieres sobre la filiación con Al Qaeda
de los truncos prejubilados. Habrá que rezar para que no nos acribillen a balazos
en juicio extremadamente sumarísimo o que no nos veamos obligados a declarar
por escrito por habernos traspasado la garganta mil y un proyectiles desviados.
La sociedad
securitaria eficiencialista necesita
ofrecer resultados inmediatos para que no cunda el pánico aún más. Sin juicio
ni derecho que valga se buscan inmigrantes
para endilgarles la paternidad del acto terrorista. Con posterioridad se nos
inunda con pretendida cientificidad
policial: que si los archivos del FBI, que si las cámaras de vigilancia, que si
mochileros, que si lobos solitarios, que si resentimiento por deficiente
integración, que si… La realidad supera siempre la ficción en un mundo en el
que el músculo suele taponar la inteligencia. Los miembros de la ATP
(asociación de prejubilados truncos) ya hemos elegido un jesuita popular para
presentarnos debidamente confesados por lo que pueda pasarnos en lo sucesivo.
En materia policial (como en otras múltiples materias, seamos honestos) no cabe
cifrar muchas expectativas en una Ley de Transparencia al modo de Constitución salvífica. Es como el establecido derecho a la
vivienda en la Constitución de 1978 o la
persecución judicial de los desmanes de la administración del Estado en la ley de la
jurisdicción contencioso administrativa. Pías intenciones.
Transparente sociedad securitaria terminarán llamando a este tinglado, pues el lenguaje
se presta a velar cualquier impudicia (y también inmundicia) instrumental de
las instituciones como si se tratase de un traje (institucional) de caucho. Se
olvidarán de los escraches pero utilizarán cualquier otra palabreja. Pretendidos especialistas o ilustres académicos
de la RAEL se prestarán a la búsqueda. El caso será seguir legitimando a través
del miedo la compulsión directa o sofisticadamente indirecta. Siempre podrá
recurrirse al eterno aspirante al sillón
presidido por una letra del abecedario. Verbigracia: ¿Tendrá que esperar el
burgalés Alejandro Grijelmo a que fallezca Cebrián para ocupar su sillón o su
valedor hará lo mismo que ha hecho García de Enterría con Muñoz Machado? Como
solía recordar con suma gracia el niño republicano, cuando fallan otros potenciales
atributos siempre quedan la lengua y los deditos: la arenga legitimista y el piropo,
por un lado y el tableteo sobre el teclado y la caricia por el otro.
Tiempo tal vez para lingüistas pero no para juristas. Un viejo
y (bien) vivido jurista granadino que ha escalado casi todo el gradiente institucional
socio-jurídico caía el pasado 20 de
abril del guindo denunciando en su Brevete lo que viene pasando -y que acaso ha venido
pasando siempre- con el llamado “lenguaje del poder” como se conoce al derecho en el argot marxista. El viejo Dacio Gil tiene
debilidad por los viejos juristas descreídos por eso se lamenta que Stefano
Rodotá, el presidenciable propuesto por Beppe Grillo y el M5 estrellas no haya
salido elegido Presidente de la República de Italia optándose por la gerontocracia partisana de
Giorgio Napolitano para dotar de credibilidad continuista el devenir vacilante de sus instituciones.
Nuestro jurista viene a dudar sobre la fe colectiva en el
derecho, parece haberle abandonado la fortaleza de ánimo que demostró Piero Calamandrei cuando defendía la vía jurídica como arma de progreso. Su Brevete lleva por título Humillación del Derecho:
A diario se nos
informa de que, tanto en España como en otras naciones, las normas jurídicas se
interpretan para agradar a quienes políticamente mandan. Hay casos
escandalosos de versiones parciales,
interesadas, negando lo que resulta claro para cualquier ciudadano: O sea, que
el estudio del derecho en la Universidad está resultando un fracaso, pues
cuando debe aplicarse a casos de
especial importancia y resonancia social, el llamado “jurista”, bien con un
cargo en la Administración de Justicia (¡incluso en los más altos!), bien sea un
letrado defensor o acusador, no quiere ver en las reglas lo que perciben todos,
incluso los faltos de instrucción en la materia. La doctrina jurídica se ha convertido
en un instrumento al servicio de los poderosos. Acaso sería conveniente (y
menos humillante) suprimir la Facultad de Derecho en las universidades y que
todos fuéramos legos en la materia.
Sobrecoge (¡y clarifica!) que llegue a esa desconsolada conclusión un
expresidente del Tribunal Constitucional.
Así está el patio. Sobra propalar mediocres chismes de
vecindario o desvelar egregias intrigas palaciegas